Introducción
La profundidad de nuestra felicidad es como las raíces de un árbol: proporciona la base firme, el componente permanente de nuestro bienestar. La cumbre de nuestra felicidad es como las hojas del árbol: hermosas como deseadas y, sin embargo, efímeras, cambiantes, y se marchitan con el paso de las estaciones.
La pregunta que se han hecho muchos filósofos y psicólogos es si podemos cambiar la profundidad de nuestra felicidad, o si estamos destinados a experimentar altas y bajas en torno a un nivel dado.
Predisposición o innato
Aunque existen algunos componentes genéticos de la felicidad (hay personas que nacen con una predisposición innata a sentirse bien, a ser felices, mientras que otras no), lo que determinan nuestros genes es un ámbito de variabilidad, no un estado fijo. Todos podemos aumentar nuestro propio nivel de felicidad. Y es mucha la gente que está muy por debajo de su potencial natural de felicidad.
El nivel de felicidad de las personas depende básicamente de tres factores: un nivel básico genéticamente determinado, diversos factores circunstanciales que repercuten sobre nuestro grado de felicidad, y las prácticas y actividades que realice la persona para ser feliz. No tenemos ningún control sobre nuestra disposición genética y, muchas veces, es poco lo que podemos hacer para influir en las circunstancias que nos afectan. Si tenemos un alto grado de control sobre las prácticas y actividades que realizamos.
En este último aspecto, están las mejores oportunidades para mejorar nuestra felicidad constantemente, porque realizar actividades agradables que sean significativas para nosotros puede aumentar considerablemente nuestro bienestar.
Nuestra búsqueda de felicidad puede ser un proceso interminable de crecimiento y desarrollo; y no hay límite al grado de felicidad que podemos alcanzar. Cuando realizamos un trabajo, ampliamos nuestro aprendizaje o establecemos relaciones con otras personas, de modo que sentimos que estamos haciendo algo significativo y agradable para nosotros, aumentamos cada vez más nuestro nivel de felicidad. No de un modo temporal y efímero, que se desvanece como las hojas en otoño, sino que estamos construyendo una felicidad duradera, de raíces estables y profundas.
La profundidad de nuestra felicidad o miseria depende de nuestra disposición y no de nuestras circunstancias.
Cuestiones que debes plantearte:
- ¿Qué experiencias o personas han contribuido a mi felicidad de una manera permanente en mi vida?
Ejercicio nº 49
Análisis valorativo
En lugar de fijarte en las cosas que van mal – como suelen hacer la mayoría de consultores – , el análisis valorativo enfoca la atención en lo que va bien, para después acentuarlo y ampliarlo. Valorar significa literalmente apreciar el valor de algo, y también conferir o asignar un valor. Valorar lo positivo nos hace sentir bien, y ayuda a extender y ampliar lo bueno. Nos inspiramos en las cosas buenas del pasado para construir el presente y planificar un mejor futuro. Haz este ejercicio con un compañero o en un grupo pequeño (o por escrito, si lo prefieres).
Por turnos, deciros unos a otros qué cosas os han hecho felices en el pasado: hace 10 años, el mes pasado o esta misma mañana. Puede ser una comida con alguien, una tarde transcurrida con la familia, un proyecto de trabajo o la asistencia a un concierto. Cualquier cosa que fuera, ¿qué fue, concretamente, lo que te hizo sentirte bien? ¿El hecho de haber sido capaz de responder a lo que parecía un desafío? ¿Un sentimiento de asombro profundo?
Piensa ahora en una persona que conozcas bien y que te parezca feliz. ¿Por qué crees exactamente que lo es? ¿Qué piensas que puedes aprender de ella?
Por último, ¿Qué repercusión va a tener en tus acciones futuras lo que has aprendido- de ti mismo, de otros…? -. Comprométete por escrito a hacerlo, fórmula tú mismo tu decisión, o a tu compañero de ejercicio.
Lista de agradecimientos
Continuamos con el ejercicio nº 1. Escribe las razones por las que estas agradecida.
Día 1: Estoy agradecido por…